sábado, 28 de abril de 2018

Educación, no adoctrinamiento

Ha salido en la prensa la noticia de que la Consejería de Educación ha cedido a las presiones de los grupos ultraconservadores  para que en los centros educativos dejen de impartirse charlas o talleres cuyo fin es la prevención del acoso y el bullying a alumnos por su orientación sexual, la educación en el respeto y la tolerancia ante la diversidad.  

Alegan que los padres deben dar su consentimiento para que sus hijos reciban este tipo de formación.   En este documento de consentimiento, enviado a través de los AMPAS a los padres,  afirman que los contenidos de estos talleres reflejan tomas de posición en cuestiones sobre las que no existe un generalizado consenso moral en la sociedad española, y solicitan la pertinente información previa sobre cualquier iniciativa que afecte a cuestiones morales socialmente controvertidas. 

Afirman, así mismo, que los centros deberán abstenerse de inculcar, directa o indirectamente, puntos de vista determinados sobre la valoración moral de cuestiones como:  el aborto, la eutanasia, la homosexualidad, el matrimonio, las relaciones sexuales, el amor entre hombre y mujer, la naturaleza de la persona humana, la conciencia o la religión.  Así mismo, exigen, deberán abstenerse de intentar persuadir, directa o indirectamente, sobre una ideología o moral determinadas, sobre aspectos defendidos por la denominada “ideología de género”, o sobre posiciones defendidas desde el “relativismo moral”.   

Ante estas argumentaciones para paralizar los talleres que expertos en la materia imparten en los centros educativos, solicitados por los propios centros ante la urgente necesidad de frenar la LGTBIfobia y el machismo que aún campa a sus anchas por todos los rincones de nuestra sociedad, nos quedamos francamente preocupadas, alertadas y al mismo tiempo estupefactas. 

Entendemos perfectamente que estos grupos ultraconservadores deseen conocer de antemano los contenidos de la formación que se imparte en colegios e institutos, esto nos parece un ejercicio de responsabilidad interesante y necesario.  Imaginemos por un instante que alguna cabeza enferma quisiera enseñar a nuestros hijos formación en fundamentalismo religioso, fascismo, intolerancia al diferente,  o alguna otra cosa que anulara por completo la capacidad de pensamiento crítico de nuestros hijos, así como su empatía social.   Sería algo aborrecible y ante lo que tendríamos que actuar de inmediato.   Entendemos, así mismo, que los padres se preocupen  porque sus hijos aprendan cosas que ellos ignoran por completo, ideas sobre la diversidad o la libertad, el respeto o la tolerancia, la igualdad entre hombres y mujeres,  cosas que siempre nos colocan al borde de un abismo.  La libertad siempre provocó miedo en las mentes con determinados posicionamientos rígidos que definen el bien y el mal de manera tajante.   Ya lo estudió de manera magistral aquel filósofo que tanto nos aportó, Erich Fromm, en su ensayo “Miedo a la Libertad”.   Obra que siempre recomendamos cuando alguien entra en pánico ante las libertades ajenas. 

Nos preocupa esta actitud frente a la formación en comprensión de la existencia de otras realidades humanas,  perfectamente respetables y amparadas por la ley, porque nos cuesta aceptar que algunos padres se resistan a evolucionar en tolerancia y respeto a las libertades.  Y nos deja estupefactas porque sus argumentos están basados precisamente en el concepto “libertad”.   Encontramos una clara “disonancia cognitiva” de manual en todo esto, a saber: “defiendo la libertad, y en nombre de la misma, exijo que no se enseñe libertad”, “no me adoctrinen a los niños y niñas, que pretende disolver el adoctrinamiento de los padres”.  “Odiamos la ideología de género, que destruye nuestra ideología de género”.   

Y finalmente, nos alerta sobremanera, que la Consejería de Educación ceda ante las exigencias de organizaciones y asociaciones católicas y ultraconservadoras, cuando vivimos en un país laico, que defiende una educación laica.  El conservadurismo moral y la educación católica debe ser algo ajeno a nuestras instituciones educativas públicas.  Nos alerta que quienes nos gobiernan no sean tajantes en este asunto de vital importancia, y que sea desde los AMPAS desde donde se está lanzando este discurso ideológico conservador que pretende frenar la formación necesaria que nos hace crecer como sociedad.  Nos hace preguntarnos qué está pasando en los institutos y colegios, que peligrosamente empiezan a parecerse a instituciones como la UCAM…   

Bien…, la preocupación, la estupefacción y la alarma que sentimos se tranquiliza al ver el empuje de la sensatez y el buen hacer que millones de personas hoy en día llevamos a cabo en nuestra sociedad, con el deseo de crecer en respeto y libertades, en tolerancia, en bienestar común.    El pasado 8 de marzo las calles de todo el país se llenaron de voces en contra de este tipo de ideologías  conservadoras que pretenden mantener a nuestra población en la ignorancia.  Las llamadas a la igualdad se escucharon alto y claro.  Y hace dos días hemos asistido a otro clamor popular que gritaba “NO”, con rabia, a una sociedad machista.   Esto no puede frenarse, es imparable.    Desde la caída del nacionalcatolicismo el camino ha sido arduo y lento, pero hemos trascendido una barrera social importante:  somos mayoría los que deseamos vivir en paz, no nos gusta el racismo, ni el machismo, ni la lgtbifobia, y luchamos contra ello.     Estamos seguras de que serán muchos los padres que consientan y aplaudan que sus hijos reciban formación en valores de respeto, tolerancia e igualdad.    Esto que ellos llaman, curiosamente, adoctrinamiento.    Y ciertamente, esta seguridad, nos tranquiliza.  Pueden frenar la evolución social, pero no taponarla.  Se desborda. 

Pidan ustedes consentimiento, la lógica de la razón se impondrá frente al temor a la libertad. 

Quizá nos cueste más perdonar el daño que ocasionan, pero si hemos sobrevivido en una sociedad antaño mayoritariamente racista, machista y homófoba, y no nos come la basura del rencor, no vamos ahora a ensuciar nuestras alegrías con sus ocurrencias,  ni con la doblez  y pasividad de nuestra Consejería de Educación.

Seguro que las urnas se lo explican mejor. 




No hay comentarios:

Publicar un comentario