lunes, 18 de septiembre de 2017

23 de septiembre, Día Internacional de la Bisexualidad



Se celebra por primera vez el Día Internacional de la Bisexualidad en el año 1999, como una necesidad de reivindicación.

Cuando hablamos de bisexualidad hacemos referencia a personas que se sienten atraídas afectiva y/o sexualmente por hombres y mujeres, no necesariamente al mismo tiempo, de la misma manera, al mismo nivel ni con la misma intensidad.

Esta es una definición de la bisexualidad que parece acercarse bastante a la realidad, una realidad que pone de manifiesto muchas más cosas de las que pudieran caber en una sola etiqueta de esas con las que tendemos a  definir la orientación sexual.  A muchas personas puede parecerles un cajón de sastre en el que encontrar cualquier tipo de relación afectivo-sexual de la que un ser humano es capaz, lo que ha provocado no pocos desconciertos, inseguridades, incredulidades, desconfianzas y prejuicios varios dentro y fuera del colectivo LGTBI.   A las personas bisexuales se las ha acusado de indefinición, promiscuidad, frivolidad, confusión…

Por un lado está la mirada heteronormativa, que tras años de activismo LTGBI ha llegado a asumir que la homosexualidad es un hecho y ha ido aceptando, con mucha resistencia, su existencia e integración dentro de las “normalidades sexuales”, como la cara B de la sexualidad. “Vale, no eres hetero, eres homo. Aceptamos.”   Pero es que esta mirada polarizada sobre el género y la orientación sexual, tan enquistada, ha sido trasladada a la mirada de buena parte del colectivo de gays y lesbianas, generándose todo tipo elucubraciones acerca de la “difusa” orientación hacia la bisexualidad.

Muy a nuestro pesar, el colectivo de lesbianas tiene una fobia compartida con la heteronormatividad: la bifobia.

A esa mirada heteronormativa le insistimos en el respeto a la libertad para ser y existir que desde los colectivos LGTBI se viene reclamando a la sociedad en su conjunto, sin juicios de valor producto de privilegiadas hegemonías.
 
Nos sumamos a esa reivindicación, sin lugar a dudas…  Pero quizá hoy nos interese más hacer una llamada a la reflexión dentro del colectivo que conformamos.

Son muchas las lesbianas que habiendo elegido relacionarse solo con otras mujeres, temen esa especie de “indefinición” interpretada cuando otra mujer se declara abiertamente bisexual.  Parece que a muchas les saltaran todas las alarmas, como si la etiqueta en sí llevara el germen de la infidelidad, el abandono, el juego, la falta de compromiso…  Como si el hecho ser bisexual fuera sinónimo de “me la va a jugar”…
 
Quizá todo sea tan simple como empezar a analizar el asunto desde otra perspectiva, muy alejada de las etiquetas, que no dejan de ser simples conceptos en los que no entra una persona entera.
     
Y es que cuando mantenemos una relación afectivo-sexual, no la mantenemos con una etiqueta, sino con una persona, en este caso una mujer.   La etiqueta solo define una parte ínfima e insignificante de nosotras.  Nada dice de cómo somos, qué deseamos en una relación, cuál es nuestra capacidad o deseos de compromiso, nuestros posicionamientos acerca de nuestras libertades, lo neuróticas que podemos llegar a ser, lo maravillosamente afables, o lo insufribles que somos en la intimidad.  Si somos nobles o villanas, si somos tercas, fluidas o rígidas, honestas, mentirosas, escurridizas, egoístas, generosas... Ni dice qué esperamos de la vida, de la sexualidad y del amor en pareja.  No nos dice si la otra persona quiere una noche loca de sexo, experimentar algo diferente, explorar todas las posibilidades, o una relación profunda y duradera.  No nos habla de frivolidades, de locuras varias, de coherencias o incoherencias, de personas hechas, de intensidades, ni de luces ni de sombras...  La etiqueta, sea cual sea, no nos cuenta nada de esto. Es algo completamente aséptico,   ya te relaciones con una lesbiana de pedrigree,  una bisexual, una heteroconfusa,  o cualquier otro estado, definición, orientación...
  
Por todo ello, cuando abrimos nuestra vida a ese contacto íntimo que se da en una relación afectivo-sexual,  lo más lógico, sano y racional será dirigir la mirada a todo eso de lo que no habla ninguna etiqueta: quiénes somos, qué somos, qué queremos, qué deseamos, cómo nos mostramos. Quién es, qué es, qué quiere, qué desea, cómo se muestra.   Ser, sentir, dejarnos ver, apreciar, intuir.   Con la honestidad debida, tanto para dar como para recibir, hacia dentro y hacia afuera.

Ni ser lesbiana ni ser bisexual es garantía de nada, ni en positivo ni en negativo.  Ni construye ninguna historia a priori.  Lo que cada mujer necesita o desea para su vida en cuanto a sus relaciones de pareja solo lo sabe ella, y es sobre lo que cada una debe enfocarse.  El prejuicio es uno de los filtros que más ciegan cuando analizamos lo que tenemos enfrente.  La posible pulsión sexual hacia uno u otro género no es determinante a la hora de construir una relación,   lo que es determinante es cómo nos relacionamos, y si ese “cómo” está en armonía con lo que somos y deseamos.
  
En cualquier caso, y de máxima importancia,  seas lesbiana o bisexual, be and love your self…  Es la única manera, al fin y al cabo, de vivir y amar desde la libertad y con libertad,  desde el autorespeto y el respeto hacia quien quiera que elijas para una relación afectivo-sexual.


Feliz Día de la Bisexualidad.