La pregunta del millón es... ¿cómo es
posible que nada ni nadie pueda ser carcelero del alma de otro ser?
Sí, a veces ocurre...
Tenemos poder sobre nosotras mismas,
pero se lo entregamos a otr@s.
Una mujer liberada se ha hecho con su
propio poder y ya no es dirigida por ninguna voz que no sea la suya, ya no
escucha ninguno de esos mensajes amenazantes que seguramente estuvieron resonando en su cabeza durante años, alertando sobre los muchos peligros a los que podía exponerse...
Esto del armario se identifica con el
colectivo LGTBI, pero me temo que es algo universal. Donde hay un miedo hay un
armario, hay una prisión..., hay una entrega de poder... Es una
pequeña o gran cárcel donde una "voluntariamente" se introduce para
protegerse de una amenaza..., a veces real y sentida de manera justificada,
pero otras veces es más como una sombra chinesca: una ilusión, una percepción engañosa.
Hay armarios horribles, hay armarios
acomodados, y también los hay en plan mansión con jardín y
piscina... Los hay unipersonales, de a dos, de a tres, de pandilla de amigas y hasta
familiares... Pero sea como sea, un armario siempre es una
cárcel.
Al carcelero lo llevamos dentro, y nos
guía como ovejitas al matadero, o al armario...
Paralizándonos y autoarrinconándonos.
Su rostro no es auténtico, sino que está
hecho de falsas creencias..., de sentirnos indefensas, de empequeñecernos
frente a ajenas necedades. Le hemos entregado todo nuestro poder, y solo
cuando lo desenmascaramos y nos hacemos con lo que es nuestro, nos liberamos...
Donde está el miedo está la salida, la
puerta está abierta...
Es muy posible que esta afirmación sea
"multiusos", que valga para todo...
No es fácil, porque una ve
monstruosidades donde solo hay ridículos enanitos haciendo el
idiota...
Allá fuera hará frío,
pensamos.
Allá fuera, alguien nos golpeará, nos
prevenimos.
Allá fuera, alguien dejará de
respetarnos, sentimos.
Allá afuera, alguien se disgustará, nos
culpabilizamos.
Pero en realidad, allá afuera... ningún
monstruo/enanito resiste la dignidad de un paso empoderado que se le echa
encima...
Hay que salir..., cruzar la puerta,
reírse, extender brazos y piernas. Quizá llorar. Hablar, gritar, bailar, ser,
existir... Quererse. Porque el mundo no puede perderse a una mujer
empoderada y libre, y una no puede alejarse de la vida entre naftalina. No es
posible nadar y guardar la ropa. No se puede encontrar la paz evitando la
vida.
Y la vida nos llama a ser nosotras mismas. Sin cesiones.
Y la vida nos llama a ser nosotras mismas. Sin cesiones.
Maravilloso, una gran reflexión, como todas las que haces. Muchas gracias por compartirla con todas nosotras Mar. Muaka
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