La línea que sigue la historia de las libertades en nuestro país va en ascenso a partir de los años 80, recién estrenada una época fascinante en la que la sociedad en su conjunto va dejando atrás la rigidez moral de un tiempo en blanco y negro, un tiempo en donde toda la escala de grises resultaba ser sospechosa de algo: sospechosa de ideas peligrosas, de tendencias obscenas, de ilegalidades, de oscuridad, de podredumbre ética y moral, de libertinaje, de pecado, de desviaciones endemoniadas…
Las lesbianas en su conjunto,
remontando las tres últimas generaciones, hemos ido abriéndonos paso al borde
de esa línea en ascenso que poco a poco nos ha ido dejando respirar, asomarnos
tímidamente, caminar erguidas, hasta ponerse en pie. Entreabriendo las puertas de los armarios,
saliendo al amable pasillo de casa, asomándonos a una ventana, abriendo la
puerta de la calle, cruzando el portal hacia la calidez del barrio conocido, hasta
finalmente abrir los brazos de par en par y gritar de alegría: “¡soy!”.
Y hemos llegado a caminar por donde deseamos,
con la soltura y seguridad que nos otorga sentirnos y sabernos dentro del
círculo de normalidades al que el mundo nos ha invitado a entrar después de
mucho picar contra la línea roja que separaba lo admisible y amable de lo
intolerable y despreciable.
Desde el otro lado de aquella
gruesa e injusta frontera han sido cientos, miles, las voces que exigían
libertad, respeto, inclusión…, obteniendo como respuestas el rechazo, el
insulto, la denigrante voz de la rancia superioridad heteronormativa que
gritaba: “¡No, tú no!” Hasta hoy, día
en el que ser quien eres es sólo una cuestión de amor propio. Tan fácil y tan difícil como eso.
Amor propio que ha dejado de
creer en ajenas voces de condena.
Amor propio que nos blinda de
cegueras que persisten y rumiantes juicios irrespetuosos.
Amor propio que nos ha puesto
frente al espejo y nos ha hablado del derecho a ser quienes somos.
Amor propio que nos ha dado las
alas para estar en el mundo eligiendo libremente cómo y con quién estar.
Este es ahora el ejercicio final
de nuestras libertades, un ejercicio de amor propio.
Hoy, esa frontera ficticia entre lo normal y lo
anormal es tan solo una proyección monstruosa de enajenaciones pasadas.
Love yourself and be free!
Bravo Mar, a quererse tocan!!! A quererse como mujeres, como personas y como lesbianas. A quererse mucho y a quererse bien. Aún queda mucho por luchar, mucho por conseguir, pero desde la dignidad y el amor propio, será mucho más fácil. Un abrazo.
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