jueves, 29 de junio de 2017

Relato Ganador I Concurso de Microrrelatos Ni Peras Ni Manzanas



Damos la enhorabuena al ganador del I Concurso de Microrrelatos Ni Peras Ni Manzanas, Francisco Javier Insa García, por su relato "Déjame Ser".

No ha sido sencillo para el jurado elegir entre tantos relatos, tan llenos de experiencias vividas, de corazón, historias llenas de dignidad y de lucha, de superación, de tristezas, de empatía, de derrotas, de ansias de vivir, de esperanzas...

Desde nuestra asociación creemos que la literatura es una herramienta de creación con capacidad para impactar sobre la sociedad en general, y transmitir una mirada más humana acerca de la realidad de las personas que conformamos el colectivo LGTBI.  

Este primer premio es impactante por su dureza.  No muestra una experiencia de superación, sino el enorme peso que puede llegar a representar la intolerancia hacia la diversidad afectivo-sexual en cualquier persona cuyo entorno no sea capaz de ver más allá de los estereotipos que nuestra cultura heteronormativa nos impone.  Un relato que, además de poseer calidad literaria, pretende humanizar al diferente, siempre deshumanizado por los prejuicios sociales y culturales que ciegan y merman la capacidad para la empatía. Una historia que no nos es indiferente, porque lejos de ser una ficción, está presente en nuestras aulas, en las familias, en los grupos de amigos, en los entornos laborales.

Esperamos que este relato sirva para poner un poco más de conciencia en la sociedad, que aporte luz para conocer una realidad callada y desconocida, pero no por ello, profundamente auténtica.  Y que ayude a seguir avanzando en respeto, derechos y libertades.

Gracias a Francisco por participar, y gracias al Ayuntamiento de Molina de Segura (Murcia) por implicarse en esta iniciativa.
Junta Directiva Asociación Ni Peras Ni Manzanas.


"Déjame Ser".
 
Se dirigió a Correos. Certificada, sí, para asegurarse que su destinatario la iba a recibir. Tras hacer desaparecer el resguardo entre sus pantalones y con dos con cuarenta y nueve euros menos, se dirigió a casa. Ya tumbado en su cama releyó el borrador de la carta que acababa de enviar.

Querido Miguel:
¿Sabes que llevo dos años sin escribir poesía? Desde que gané el X Certamen de Jóvenes Poetas en el instituto, ya no he vuelto a escribir. La musa que habitaba en mí fue subyugada, desde entonces, por el demonio del miedo. Nunca imaginé que el esfuerzo se premiara con sufrimiento. Nunca fui muy extrovertido ¿sabes? Cuando tu casa es un campo de batalla minado, tu cuarto y la poesía son la mejor trinchera. Pero desde ese día, dejé de ser invisible para ti. Te colaste en mi realidad como el peor de los demonios. Cuando hablaba en clase, me mandabas callar con un “cierra el pico, nenaza”. Me buscabas en el patio para recordarme el asco que te daban los maricas, mientras tus cómplices hacían fotos o grababan al grito de “dale, empuja, patea a esa nenaza”. Debido a mi obligada visita al baño, llegaba tarde a clase y anotaban el retraso que luego mi padre, ya en casa, se encargaría de registrar en mi cara o en mi cuerpo. Algunos días me esperabas al salir de clase para escoltarme a casa, lanzando lapos a mi espalda, ignorando mis lágrimas y regalándome un “nenaza” por cada uno de ellos. Nenaza, nenaza, nenaza, taladrando mi mente una y otra vez. Podría haberme enfrentado a ti, pero no me sentía capaz. Mi padre dice que, si fuera un hombre, sabría atacar, pero que como soy un marica es lo que toca. Yo no puedo defenderme. La violencia me sobrecoge tanto que me paraliza. En casa ya estaba acostumbrado, pero en el insti, mi refugio, no. ¿Sabes lo que es el miedo? ¿El pánico? ¿El desasosiego? Es lo que siento cada vez que me despierto antes de que suene el despertador y comienzo a vestirme para ir al insti. Es lo que siento en el estómago cuando se me agria la leche del desayuno pensando la tortura del día venidero. Ese estado de alerta continuo acompañado de un dolor pulsátil entre las costillas cuando el corazón se acelera. Es lo que siento cuando apareces en mi ángulo de visión, en mi espacio, en mi realidad, porque no sé si me vas a ignorar o voy a ser tu diversión momentánea. Miedo, miedo, miedo a cada instante. Lo peor de todo es que, gracias a ti, comenzaron a unirse otros. Me convertí en el comodín que cualquiera podía jugar en su particular partida. Era la “nenaza” para todos. El marica. Lo que nunca he comprendido es por qué nunca nadie hizo nada. ¿Qué genera esa inmunidad al sufrimiento ajeno? No lo he entendido todavía y creo que nunca lo entenderé. Todo pasará. Eso es lo que obligo a mi mente a repetirme cada día, pero a ver quién se lo explica a mi exhausto corazón. Sin embargo, esta tarde, aquí tumbado en mi trinchera, no siento miedo. El nudo en el estómago ha desaparecido, la losa en mi pecho se ha disipado, porque mañana no iré a clase. Ni pasado. Ni nunca más.
Gracias por hacer de mi vida un infierno.
Javier, el nenaza.
Se levantó de la cama y saltó por la ventana. 

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