domingo, 20 de mayo de 2018

Finalistas II Concurso de Microrrelatos Ni Peras Ni Manzanas

Primer Finalista

Miren Azurmendi Saez de Asteasu.  "Ellas".

Al fin, Berta y Olga son felices. Se conocieron en el Ballet Nacional en noviembre de 2014 en una prueba para interpretar a la protagonista del Danubio azul. Desde entonces no se han separado e, incluso, planean su boda para este otoño. Lo suyo fue un verdadero flechazo que permanece intacto como el primer día. Sin embargo, hasta conocerse sus vidas no han sido precisamente un camino de rosas. 

Berta es natural de Papúa Nueva Guinea y su lesbianismo le costó décadas de vejaciones, insultos y palizas. El detonante de su precipitada salida del país fue el intento por parte de su padre de esterilizarla al considerarla un ser inferior, incapacitado para tener descendencia y un deshonor para la familia.

Olga, nacida en Pola de Siero, también ha vivido en carne propia la maldad y la incomprensión de los intolerantes. Harta de ser siempre la excluida del grupo, cayó en la anorexia, comenzó a creer que merecía el rechazo social por ser una inadaptada. No sabía qué estudiar ni qué hacer con su vida, no comprendía por qué le costaba tanto conectar con la gente y dejó de comer como castigo autoimpuesto. Se debatió entre la anorexia y la bulimia durante años hasta que tocó fondo. La danza clásica le descubrió un mundo nuevo, lleno de posibilidades que supo aprovechar con enorme tesón hasta convertirse en una reconocida bailarina. 

Ahora, más viejas y curtidas, son compañeras de compañía y no dejan de repetirse cada día lo mucho que se quieren y admiran. Orgullosas de sus logros profesionales siempre recuerdan con emoción contenida su adolescencia. Esos años de autoconocimiento y transición en los que las lágrimas y los golpes les enseñaron a resistir, perseverar y a ser fieles a sí mismas. ¿Por qué vivir en las sombras? ¿Qué es la vida sino riqueza de matices y convivencia?



Segundo Finalista

Esther Piá Fenollar. "Así de Simple"

A medida que nuestras risas se van calmando, sé que ha llegado el momento, y se despierta de nuevo la duda que ha amenazado estos últimos meses con asfixiarme: si seguirá amándome después de lo que voy a decirle hoy. 

Silvia ha notado que la miro fijamente y ha dejado de prestar atención a la pantalla. - ¿Qué pasa, cariño? – me pregunta. 

¿Realmente me pasa algo? ¿Tanto se me nota? 

- Silvia… He de contarte algo… importante. Hay algo que… 

¿Cómo decirlo? ¿Algo nuevo? Nuevo no, porque lo hemos debatido muchas veces, pero siempre en abstracto. ¿Será distinto ahora, que ya tengo fecha y hora para la operación, ahora que ya no hay vuelta atrás? 

- Bueno, lo hemos hablado muchas veces. Sabes que no estoy a gusto en este cuerpo. Me siento muy afortunada de haberte encontrado, de que me ames tal y como soy, pero… Pero hay una parte de mí que… Que ya no soporta… 

Noto un cambio en su expresión. Una chispa sagaz en sus ojos, una sonrisilla que va creciendo, y antes de que pueda seguir hablando, mi novia me corta: 

- ¿Vas a hacerte chico, no? 

“Si quieres”, pienso automáticamente. “Si a tu familia le parecerá bien”, “si esto no afecta a nuestra relación, si, si, si….” Pero sería mentir. La fecha está puesta. Mi corazón está decidido, siempre lo ha estado. 

- Sí. – respondo. Trato de sonar firme, pero cuando ella coge mi cara entre sus manos, noto que estoy temblando. Me muerdo el labio para no llorar mientras le pregunto, terriblemente asustada, sintiéndome idiota: - ¿Me quieres? 

Levanto la vista y me sorprende ver que Silvia está llorando por mí. Recuerdo perfectamente lo que me dijo: - Sería imbécil si no te quisiera, estúpido. Te quiero con pechos, con pene o sin ninguno de los dos. Te quiero a ti y eres tú quien me importa. ¿Lo entiendes? 

Lo cierto es que no lo entendí, pero supongo que el amor no se entiende. 


Tercer Finalista

José Miguel García Navarro. "Más vale tarde"

Jacinto se sentía exhausto y estresado. Su conciencia le recordaba cada mañana que debía cambiar algo, y se lo hacía ver en forma de nervios, náuseas y mal humor. Llevaba sufriendo así años, con temores y vacilaciones. Al principio lo sobrellevaba, sin embargo ya no soportaba ciertos comportamientos de la sociedad hacia el colectivo LGTBI. Allá a donde iba se topaba con menosprecios, más o menos graves, directos o indirectos. En su trabajo, en el metro, paseando por la calle o incluso en los vestuarios de la piscina. 

Hasta ahora había mantenido la boca cerrada, por temor a ser reprendido. ¿Y cuántas veces se había arrepentido de no hacer nada? ¿Todas? Sí, o casi todas. ¿Debía haber regañado hacía dos días a aquel amigo suyo por llamarle mariconazo? No lo hizo, porque fue un saludo cordial de esos que sueltas cuando hace tiempo que no ves a un viejo colega. O eso pensó Jacinto. 

Y como la paciencia se había desbordado, Jacinto decidió un día levantarse y gritar para desahogarse. No sería menos hombre por salir del armario. Estaba harto de disimular, de aparentar algo que no era. De acudir a reuniones y seguirle la corriente al resto. Tenía amigos gays, y no parecían muy infelices. Así que, ¿por qué esperar más? Aunque le importaba su familia. ¿Qué pensaría su mujer? La había engañado durante años. La quería, pero no la deseaba, porque a Jacinto no le van las mujeres. ¿Y sus dos hijos? ¿Qué dirían al enterarse de que su padre les había engendrando fantaseando con hombres? Bueno, pensó, al menos mi conciencia me dejará tranquilo. 

Jacinto meditó cómo dar la noticia. El primer impulso fue publicarlo en las redes sociales, pero lo descartó. Seguramente algún gracioso haría algún comentario xenófobo al respecto, y quedaría grabado por escrito hasta el fin de los tiempos. Así que, descartada la primera opción, se decidió por la segunda y más razonable: salir en la tele. «María, hoy a las cuatro y media saldré por la tele. Te quiero». Jacinto avisó a su mujer a través de un mensaje de texto. Más tarde, todas las cadenas cortaban la programación y emitían un informativo de última hora. «Interrumpimos la retransmisión para ofrecerles un comunicado urgente. Conectamos en directo con el Palacio de la Moncloa donde se encuentra, esperando desde hace ya un rato a los medios, el Presidente del Gobierno, don Jacinto Etxebarría Recasens».

Premios II Concurso de Microrrelatos Ni Peras Ni Manzanas




El pasado viernes 18 de mayo, coincidiendo con la conmemoración del Día Internacional contra la LGTBIfobia, tuvo lugar la entrega de premios del II Concurso de Microrrelatos Ni Peras Ni Manzanas "Venciendo la LGBIfobia". 

Este certamen se creó con la intención de que sirviera a la población LGTBI como un medio más en la conquista de derechos y libertades a través del arte, pues no hay nada más creativo que convertir el dolor y la superación en arte, en este caso, arte literario.  

Son muchos los relatos que hemos recibido. Relatos llenos de humanidad, de esperanzas, de resiliencia, de orgullo y de dignidad,  que ponen de manifiesto la aún permanente necesidad de seguir luchando contra esa irracionalidad social llamada LGTBIfobia, y que algunos insisten en alimentar.  

Nosotras, desde un activismo positivo, con esta iniciativa tratamos de cumplir la doble finalidad de dar expresión pública a todas aquellas personas que han sufrido y sufren las nefastas consecuencias de la intolerancia y la estupidez de despreciar al diferente, y la función de visibilizar esta lamentable realidad social contra la que, afortunadamente, cada vez hay más implicación institucional por parte de casi todas las fuerzas políticas, sindicalistas y asociativas que luchan por los Derechos Humanos. 

No obstante, y como hemos visto recientemente en nuestra Región de Murcia, aún quedan grupos numerosos de personas que se niegan a entender la necesidad de cortar de raíz cualquier manifestación que atente contra la dignidad de la población LGTBI.   Para éstos únicamente tenemos un mensaje:  el mundo avanza, y camina a nuestro favor, a favor del respeto al prójimo y el reconocimiento de la IGUALDAD como valor fundamental, universal e incuestionable.   Para todos los demás sólo tenemos palabras de agradecimiento y de ánimo para continuar en esta lucha por los DDHH, especialmente para la Alcaldía, Vicealcaldía y Concejalía de Igualdad del Ayuntamiento de Molina de Segura, por su implicación en este proyecto. 




Primer Premio II Concurso de Microrrelatos Ni Peras Ni Manzanas contra la LGTBIfobia

Iván Zarco Pareja. ¿He salido del armario?

23/11/2002. ¡He salido del armario! Si bien es verdad que ya lo sabían mis mejores amigas y, por supuesto, los dos tíos con los que me he enrollado desde que, gracias a internet, puedo quedar con otros gays, hoy se lo he contado a mi madre y considero que esta es mi verdadera salida del armario, el inicio del camino sin retorno. Hemos quedado en que ella se lo contará a papá cuando crea que es el momento oportuno y, conociéndola, lo encontrará esta misma noche. Luego ya mis hermanos, mis tíos, los primos…

18/09/2006. He salido del armario. Firmado mi primer contrato laboral, y terminada la carrera el pasado mes de junio, hoy he empezado mi primer trabajo oficial. Lo de camarero, reponedor de juguetes en Navidad y demás no cuenta. Me han asignado un puesto fijo en una mesa al lado de un compañero que, cada vez que pasa una chica por delante de nosotros de paso al almacén, me hace comentarios machistas sobre lo buenas que están todas, esperando mi comentario de aprobación o, al menos, mi risa cómplice. Casi al final del día, harto de sus excesos de testosterona, me he visto obligado a explicarle que soy homosexual. “No, si a mí me da igual”, me ha respondido, pero el resto de la jornada no me ha dirigido la palabra. A la salida he visto cómo me miraba mientras hablaba con compañeros de otras secciones. Unos reían y otros miraban al suelo, manifiestamente incómodos. 

12/03/2018. ¿He salido del armario? Empiezo en un nuevo trabajo por enésima vez desde que terminé la carrera. Mi jefe directo, que tiene 25 años más que yo pero pretende ir de coleguita, me ha recomendado que le tire los trastos a Verónica, la de recepción, una “facilona”, según él, después de decirle que no tengo mujer. Harto de situaciones incómodas durante toda mi experiencia laboral, me he cansado de explicar que no tengo mujer porque lo que tengo es un futuro marido, aunque es difícil que me case porque no cuento con el dinero para la boda de mis sueños ni esperanza de conseguirlo. Vuelvo a entrar en el armario y me apolillo.



domingo, 6 de mayo de 2018

La Visibilidad como antídoto contra la LGTBIfobia



Esta entrada pertenece a la charla-coloquio que tuvimos en Cartagena como parte de los actos realizados por el Día de la Visibilidad Lésbica.

La heteronormatividad es un sistema de opresión con muchas caras.
Hay que distinguir entre la opción "heterosexual" y la "heteronormatividad".  Lo primera es eso, una opción, tan válida como cualquier otra.  Lo segundo es un conjunto de estereotipos, normativas, mandatos culturales y sociales, prejuicios y encasillamientos sobre lo correcto y lo incorrecto, todo un régimen social y político que impone una manera de ser y de estar en el mundo a hombres y mujeres, que define sus sexualidades y sus roles.
 
Sobre las mujeres lesbianas esta opresión se ha ejercido por un lado desde la negación de la existencia lésbica: las mujeres lesbianas directamente no existíamos, porque la capacidad sexual de la mujer ha sido negada hasta hace bien poco. La sexualidad giraba en torno al hombre, nosotras sólo éramos simples receptoras pasivas e incubadoras a través de las cuales perpetuar la especie; por supuesto, la sexualidad sin pene no podía existir. Esto ya nos puso culturalmente en una posición de negación absoluta. Y por otro lado, una vez que es admitida la mujer la sexualidad de la mujer, su derecho al placer, su capacidad para el deseo…, llega el mazo de la normalidad: “sí, tienes deseo propio, pero ha de estar dirigido hacia un hombre”, lo que se sale de ahí es enfermo.

Esta opresión nos introduce, en el mejor de los casos directamente en “la nada”. O nos introduce dentro de un espacio “ilegal”, incorrecto, que nos obliga a permanecer o a estar "saliendo del armario" cada día. La presunción de heterosexualidad no contempla tu identidad, una identidad que hay que estar reivindicando constantemente. En los casos donde la apariencia “hace sospechar”, se genera un silencio incómodo en donde cualquier conversación que toca temas como las relaciones de pareja queda en el aire…, como a la espera de confirmación… Ese silencio se vive desde la vergüenza…, el miedo…, la culpa… Sí, soy rara…, soy lesbiana, no estoy dentro de los parámetros socialmente establecidos sobre cómo debe ser mi sexualidad y mis relaciones de pareja. 

Las lesbianas hemos tratado de pasar desapercibidas para protegernos. Hemos mentido, engañado, disimulado sobre nuestra sexualidad. Hemos ocultado esa parte de nuestra vida que configura algo tan fundamental como es nuestra orientación sexual y afectiva en el plano de la pareja, porque se trataba de algo malo, obsceno, oscuro, enfermo, pecaminoso… 

Con la valentía de muchas mujeres que en las últimas décadas han luchado por su derecho a ser persona, y la evolución social que han traído esas reivindicaciones y luchas (muchas veces a costa de soportar infinidad de insultos, desprecios, etc…) hemos conseguido que el lesbianismo socialmente esté aceptado y más o menos sea respetado, pero sigue siendo una rareza, algo que traspasa la frontera de lo normal, de lo conocido y asumido, sigue siendo algo completamente desconocido para la inmensa mayoría. No aparece en las manifestaciones artísticas (literatura, pintura, cine…), salvo como rareza… Lo normal sigue siendo ser heterosexual. 

Soy heterosexual hasta que demuestro lo contrario…

Así que la visibilidad sigue siendo una amenaza para muchas mujeres lesbianas que se van a exponer, sí o sí, a un juicio, ya sea más o menos benévolo o más o menos dañino: “Eres lesbiana, como si hubieras nacido con tres brazos y tres piernas o dos cabezas. “Bueno, no pasa nada, te aceptamos…”, te dicen algunos. O bien, “Oh! Qué horror, estás fuera de las leyes humanas y divinas.”

Estamos aún muy lejos de que la orientación sexual sea una anécdota más de la vida, un rasgo cualquiera de la persona como unos ojos claros u oscuros, un pelo rubio o moreno, un color de piel blanco o negro, un carácter introvertido o extrovertido, o una nacionalidad cualquiera. Lejos de ser algo que a priori no conoces de la persona y por lo tanto no defines o das por hecho sin antes conocerla. 

Por todo ello, para miles de personas la heteronormatividad es un maltrato. 

Esa amenaza de juicio, esa espera inevitable sobre qué opinión generará el hecho de visibilizar tu orientación sexual, si serás aceptada o no, si provocará desprecio o respeto, si aparecerán todos los prejuicios históricos sobre el “ser lesbiana”, que son muchos y casi ninguno bueno…, lleva a muchas mujeres a permanecer aún en la invisibilidad. Y para comprender por qué es necesaria la visibilidad es necesario hablar del impacto de la invisibilidad. 

¿Qué ocurre en nuestras vidas, en nuestra persona, en nuestras emociones, en nuestro desarrollo cuando decidimos que es mejor que nuestro lesbianismo permanezca oculto, cuando decidimos que no es necesario mostrar con naturalidad esa parte de nuestra vida en la que mantenemos una relación de pareja? Pues sencillamente es tan grave como que…, la invisibilidad mata. Mata la autoestima, mata tus relaciones, y mata tu vida poco a poco. 

Ocultar al mundo, a nuestros padres, a nuestros hermanos y hermanas, a las amistades , a las compañeras y compañeros de trabajo, algo tan importante como es lo que ocurre en ese área de tu vida, es completamente destructivo. Somos seres sociales…, nos alimentamos también de nuestras diversas afectividades. Una relación sana, sea cual sea el vínculo (padre, madre, hemana, amiga, abuela, y hasta vecina), exige transparencia. Si yo miento, si no me muestro tal cual soy, no puedo mantener un vínculo sano con nadie. 

Y esa insalubridad social me lleva a destruir mi autoestima. Me quieren porque me estoy ocultando. Miento, luego soy despreciable. Soy despreciable, tengo una tara, por eso miento. Es completamente destructivo. Me empequeñezco ante el mundo, y ante mí misma, llevo en mí la creencia de que hay algo oscuro en mi persona, algo reprochable, algo inaceptable. Me alimento con la vergüenza y con la culpa. Esto solo puede llevarnos al sufrimiento. Un sufrimiento gratuito, pero por el que pagamos un precio muy caro. 

¿Cómo encaras tus relaciones de pareja desde la invisiblidad…? 

“Es mi amiga…, es mi prima……..” ¿Cómo puedes proyectar hacia el futuro una relación de pareja que no puedes definir como pareja ante el mundo….? ¿Y si tu pareja te niega como tal? 

Una relación así está abocada al fracaso. Y a más sufrimiento. Y a más empequeñecimiento… 

Y no menos importante, ¿Qué pasa cuando tu autoestima está tan tocada por la creencia de que hay algo oscuro en ti, de que no tienes derecho a ser una persona aceptable con una relación de pareja aceptable, y cuando tus relaciones en general están limitadas por esa falta de transparencia? Esto es una bomba de relojería…

Afirmamos tajantemente, que no es posible tener una autoestima saludable ocultándole al mundo quién eres, cómo vives y con quién te relacionas. 

Y todas sabemos a estas alturas que la falta de autoestima genera relaciones conflictivas, y a su vez esas relaciones conflictivas, generan más fracaso, y más dolor…, y alimentan una ya de por sí autoestima deficiente…

Terminas siendo una heroína si sobrevives a este círculo vicioso…

A pesar de haber evolucionado en derechos y libertades, aún hoy ser lesbiana sigue siendo un problema para muchas mujeres, y para muchas adolescentes: familias que desprecian las relaciones no heteronormativas, creencias religiosas que alimentan ese desprecio, maestros, compañeros y compañeras de instituto o de trabajo, amistades… Aún existe toda una cultura de heterosexualidad obligada. 

¿Cuál es el antídoto a todo este disparate que se viene reproduciendo una generación tras otra? : La Visibilidad. No hay otro. Visibilizar el lesbianismo, hasta que esté completamente normalizado. Hasta que a ninguna mujer le suponga una traba en su vida. Hasta que no quede un ápice de vergüenza, de miedo o de culpa en ninguna mujer al decir “Soy lesbiana”. Porque la orientación sexual es un derecho humano, y a quien no le guste que se lo haga mirar… 

Y nosotras defendemos que hay que ser políticamente activas, visibilizando el lesbianismo, visibilizando quiénes somos, porque hubo mujeres que antes de nosotras arriesgaron su vida por ello, y porque otras mujeres vienen detrás y no merecen vivir empequeñecidas por la opresión que ejerce sobre nosotras la heteronormatividad obligatoria y todos los locos prejuicios que sobre la sexualidad se han construido en torno a ésta. 

Porque no queremos tener que estar saliendo de los armarios en los que ésta nos introduce cada vez que niega nuestra existencia o nuestra dignidad. 

Es una elección propia, una elección valiente. Una elección entre vivir escondida y vivir en libertad. Ante esta elección muchas veces creemos que se pone en juego la aceptación de los demás, y esto provoca temor. Pero desde el escondite, guardamos la creencia interna de que nos rechazarán, y esta creencia nos destruye.

Tenemos que empezar por creer que no hay nada erróneo en nosotras, y continuar por creer que quien nos quiere nos acepta tal y como somos. Y quien no nos acepta, no nos quiere. Por lo tanto, cuanto antes lo sepamos mejor: para alejarte, como un ejercicio de amor propio. 

No siempre es fácil la visibilidad, hay circunstancias en las que quizá no tienes más remedio que callar: si te van a despedir, si tu familia te va a rechazar… Ciertamente, hay gente que realmente no respeta ni acepta la homosexualidad y quizá no tienes más remedio que protegerte y callarte. Lo que sí puedes hacer es cambiar el foco del juicio que haces ante este hecho, y en vez de juzgarte a ti misma, y creer que algo erróneo en ti, puedes empezar a creer que hay algo erróneo en el otro, que lo que está enfermo no es ser homosexual o lesbiana, lo que es enfermo es la lgtbifobia. Esta es una idea que hay que tener muy clara. 

Y cualquiera que sea la circunstancia en la que necesitas protegerte, hay que buscar la salida, y tratar de rodearse de personas con las que puedes ser tú misma, y nombrarte, y sentirte libre para mostrarte con naturalidad. 

La Visibilidad no es exhibicionismo, como algunas personas piensan. Se trata por un lado de alimentar ese necesario amor propio. Y por otro, y no menos importante, es un acto político, una lucha por los Derechos Humanos. Igual que luchamos contra el racismo, contra la pobreza, contra el machismo, contra las guerras, contra todo tipo de abuso. Recordemos que la heteronormatividad que nos juzga y nos oculta es un abuso y un maltrato y que sin embargo hemos vivido como una ley naturalizada que ha distorsionado por completo la percepción sobre nosotras mismas, haciéndonos creer que hay algo oscuro, algo malo, algo ilegal en nuestra persona. Rebelarse contra este carácter abusivo y violento del sistema que ha actuado sobre nosotras de manera tan perniciosa, es visibilizarse: Ser, Existir, Nombrarse: “Soy Lesbiana, y qué!” . Y quererse, y sentirse orgullosa de ser quienes somos. 

Así que la VISIBILIDAD tiene una doble función: nuestro amor propio, y nuestro amor a una sociedad más justa: tenemos que visibilizarnos para CURAR a la sociedad de la LGTBIfobia. Es la única manera de normalizar otras realidades humanas, las nuestras. La única manera de ir conquistando más espacios de libertad. Para nosotras y para todas las demás. Es la única manera de sanar nuestra relación con nosotras mismas, nuestras relaciones con los demás, y por lo tanto, nuestra manera de estar en el mundo.